Hay días en los que todo se pone cuesta arriba: estás enfermo, hay prisa y el dibujo no sale. Pero el cómic no espera. Este post es una anécdota real que me ocurrió ilustrando a Hulk. Una historia sobre errores, presión y cómo salir adelante… aunque no estés al 100 %.
1. Deadline a la vista y fiebre en el cuerpo
Tenía que entregar una portada en tres días. Empecé a sentirme mal: fiebre, dolor de cabeza, fatiga. Aun así, seguí trabajando. Dibujé entre tazas de té y paracetamol. Me costó más de lo habitual, pero no podía parar. Aprendí que, a veces, el ritmo manda más que el cuerpo.
2. Cuando el personaje se parece a ti
Dibujar a Hulk con la cara hinchada, los ojos rojos y sudando no fue difícil… porque era yo. Me di cuenta de que mi estado se reflejaba en el personaje. Fue un dibujo distinto, más visceral, más bruto. Esa energía quedó en la imagen sin que lo planeara.
3. El resultado (y lo que aprendí)
La portada gustó. Nadie supo que la hice con fiebre, pero para mí fue un recordatorio: somos humanos. Y también artistas. Hay días que salen solos, y otros en los que el esfuerzo es invisible, pero igual de valioso.
No siempre vas a estar en tu mejor momento, pero lo importante es seguir. Dibujar, incluso en días malos, te enseña a conocerte. Y si ese dibujo es de Hulk… mejor que mejor.